lunes, 5 de junio de 2006

Un impulso y te vi.

Fue un impulso el que me hizo entrar esa tarde a la librería, esa librería que tenía tantos meses de no visitar, esa librería en la que podía perder interminables horas entendiendo de fotografía, música, cine, diseño y desde luego de literatura; de teatro, cuento, novela, ensayo y cualquiera de sus formas. Siempre por impulso.

Es increíble que haya visitado la librería justo en esa tarde, justamente por una recomendación tuya sobre una obra de Paul Auster y que leí en alguna parte, un impulso.

Llegué corriendo disimulando mi ansiedad con el burdo pretexto de una lluvia próxima, sin más llegue hasta el estante de las novedades, una rápida mirada y luego la sección de arte. Cada hoja de cada libro, cada ilustración y cada fotografía me llenaban los ojos, hasta el olor de los libros nuevos provoca en mí, un cierto placer. Para tratarse de una visita rápida ya llevaba bastante tiempo ahí.

La gente avanzaba llenando pasillos y haciendo consultas, a pesar del tiempo sin visitar la librería yo sé perfectamente donde encontrar cada libro no necesito de sugerencias, además el placer radica justo en la búsqueda personal. Esa tarde, inclusive, llegue a molestarme con un dependiente nuevo que sin más se acerco a ofrecerme su ayuda como si yo la necesitará, busca algo en especial, me dijo impulsivamente, no en especial sino especial, así a secas, así de sencillo pero así “especial” y dudo mucho que un dependiente de reciente adquisición pueda encontrarlo, me limite a un simple, gracias sólo estoy viendo.

Si he de seguir una recomendación por impulso, esa será la tuya sobre esa obra de Paul Auster que leí en alguna parte, un impulso.



En mis manos ya había un libro en oferta, dos revistas y bastantes compras que se quedaran para otra ocasión pues aún no llegaba a lo que buscaba. La ansiedad era creciente y marcada por la lluvia, que ahora si ya no me dejaría salir del lugar.

Pero mi búsqueda quedaría inconclusa en esa tarde; entrando a uno de los pasillos una imagen familiar me abordó, un rostro amigable, pero que no me dirigió ni una mirada de desprecio. Tu rostro y tu mirada.

Era increíble encontrarte ahí, pero ¿en qué otro lugar esperaba encontrar a un escritor, si no en una librería de tanto prestigio y abolengo como esa?

Tan grande fue mi sorpresa que olvide mi búsqueda, inclusive tu recomendación sobre una obra de Paul Auster que leí en alguna parte, un impulso.

Y por un impulso me dedique a seguirte entre dependientes, libros y despistados, a lo lejos, pero no lo suficiente como para perderte. En más de una ocasión te percataste, no soy un buen espía, además estaba esperando la oportunidad y el pretexto para acercarme definitivamente y encararte. Otra vez tu mirada me dejo congelado, pero ahora si sería de desprecio, o al menos molestia. Si tan sólo te hubiera dicho lo mucho que te admiro, lo mucho que disfruto tu obra y que estoy totalmente de acuerdo con tu ideología. Sin que lo sepas compartimos tantas cosas.

Dice la sentencia que el hubiera no existe, ahora lo corroboro, te encaminaste a la caja para pagar los dos libros que llevabas en la mano, antes de que pudiera hacer algo ya habías pagado y salido del lugar a pesar de la lluvia, y yo veía desde mi esquina como partías sin siquiera voltear.

Tantas veces esperé poder verte, reconocer tu voz, conocerte que cuando tuve la oportunidad no lo creí y sencillamente me limite a verte y permanecer estático, congelado en esa dulzura triste que fue verte y no conocerte.

Me quede sin tu recomendación de una obra de Paul Auster que leí en alguna parte, un impulso.

Al menos puedo decir que te vi.





3 comentarios:

Anónimo dijo...

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