miércoles, 21 de diciembre de 2005

El Urbanauta (segunda parte)


Las ventanas en los edificios, los arbotantes de la calle, los vehículos en movimiento; todas las luces que inundan de artificio la urbe, sustituyendo los astros de la noche.

El urbanauta inmerso en su viaje se percata de todo; de lo que se oculta a la vista simple, de los pecados disfrazados de diversiones de las líneas en el horizonte que se funden en la noche y reaparecen con el amanecer.

El no busca diversión, no busca amor, no busca pasión, su tránsito por las calles es lo que le proporciona todo el placer.

La vida pasa, el avanza a su ritmo, sin necesidad de adaptarse, todo esta ahí en espera de ser tomado, de que se le requiera.

Así también él, espera hasta saberse necesitado.

Espera al resguardo de los edificios.

Espera en la protección que le da la saberse en su elemento, la ciudad de noche.

La espera es el principio de algo para el urbanauta, siempre esta empezando algo.

Principios recurrentes es lo que le depara el destino, su lento y repetido atestiguar de la vida.

Comienza algo nuevo y todo es asì.

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