viernes, 13 de octubre de 2006

Vivir en Domingo.




Dedicado con cariño a RMV.

El lugar no era en lo absoluto como lo suponía, se ubicaba en un barrio de clase alta en un edificio elegante.

El anuncio en el diario decía: “ Sólo atendemos los domingos”, más que suficiente para mi, pero después de ver el sitio en cuestión lo que me preocupaba era poder pagar la cuenta.

El propio doctor me abrió la puerta y me hizo esperar en una cómoda sala sin recepcionista, para ese momento estaba muy confundido como para que tuviera alguna importancia.

Después de unos minutos apareció el doctor invitándome a pasar a su privado, un salón más grande que la estancia donde me encontraba, que parecía más el departamento de un gigoló que el consultorio de un psicólogo, no había diplomas, títulos, premios o esculturas del busto de Freud, solo una barra llena de botellas, una chimenea y un ambiente que, debo admitir era muy confortable.

-Siéntase en su casa ¿me acompaña con un trago?
Dijo mientras servía para si mismo un wiskey en un vaso corto con hielo.

No podía pensar en ponerme a beber, estaba muy preocupado para tomar algo, ni siquiera sabía si estaba perdiendo la razón por completo y este doctor no daba la impresión de ser muy serio.

Mis opciones eran limitadas, nadie podía atenderme en domingo y yo necesitaba respuestas, así que me negué a aceptar la bebida y me dispuse a ser atendido aunque tuviera que inventarme yo mismo la cura.

Tomé asiento frente a un sillón reclinable donde se aposentó el doctor, e inició con el interrogatorio:

-Entonces, ¿qué lo trae a mi consultorio con una urgencia que no puede esperar hasta el lunes?, debo mencionarle que mi especialidad es el psicoanálisis
-Es que usted resulta ser el único especialista que atiende en domingo
- Si, lo sé
-¿Qué no entiende?- dije subiendo el tono y sin pensar lo confuso que era todo –hoy es domingo.
- Ya, y ¿qué espera que yo haga?
-Pues que me ayude
-No tiene que preocuparse tanto, pero tiene que describirme a detalle lo que le esta sucediendo o no podé ayudarlo
Mi cara debió de reflejar la mezcla de angustia, confusión y desconfianza que estaba sintiendo, porque de inmediato me pidió que lo tomara con calma, que me relajara y que confiara, -a fin de cuentas es domingo- dijo con una mueca que pretendía ser una sonrisa.

Tomé aire profundamente y comencé con mi relato:

Todo empezó hace siete días, por la mañana, el despertador no sonó, así que tuve que vestirme a toda prisa y salir corriendo pues ya era bastante tarde, esa misma mañana mi esposa me preguntó que a donde iba tan temprano, ahora no me parece una pregunta extraña.

Al salir a la calle me sorprendió que no hubiera el transito habitual, parecía que a pesar de todo llegaría a tiempo, esa fue toda la atención que le presté al asunto hasta que llegue al edificio de oficinas donde trabajo.

El estacionamiento estaba prácticamente vacío, el oficial de guardia me miro sorprendido rascándose la cabeza bajo su gorra azul. En el momento pensé que en efecto, había llegado muy temprano, porque las estaciones de trabajo estaban vacías, ni un alma, ni siquiera la luz estaba encendida. No obtuve respuesta de ninguno de mi clientes, si es muy temprano, pensé, así que lo óptimo será tomar una taza de café acompañado de diario del día.

Ahí lo noté, el diario anunciaba con todas sus letras de encabezado: La Nota Dominical, había cometido la estupidez de ir al trabajo en domingo.

Lo tomé con calma y decidí regresar a casa, de cualquier forma había muchas cosas por hacer.

El resto del día transcurrió con normalidad excepto por un detalle que me molestaba, no podía recordar nada de lo que había hecho el día anterior.

La mañana siguiente me tenía preparadas algunas sorpresas, una vez más el despertador no funcionó y yo estaba seguro de haberlo activado, pero nada me prepararía para la pregunta que hizo mi esposa al ver como me arreglaba a toda prisa ¿a dónde vas tan temprano?

De inmediato la mire a los ojos y respondí con una nueva pregunta ¿qué día es hoy?

Ella me miro desconcertada y espabilándose sólo para responderme –pues domingo.

Corrí a la estancia, encendí el televisor y para mi sorpresa, en lugar del noticiero encontré programas infantiles y dibujos animados, me quede paralizado en mi estupor cuando apareció mi hijo, me miro con sus enormes ojos y dijo ¿Vamos a ver la tele?

Que podía yo responder a eso, después de todo era domingo.

Al día siguiente fue lo mismo, ya no había sorpresa pero si angustia, ¿me estoy volviendo loco? ¿por qué no puedo dejar de vivir en domingo? Por favor ayúdeme llevo así siete días, todo se va a poner mal, mi economía se va a colapsar, ¿cómo voy a trabajar y a mantener a mi familia?

Para cuando mi relato llego a este punto el seudo doctor había terminado su bebida y se preparaba una nueva, cínicamente me preguntó ¿seguro que no quiere?

-¿Qué es lo que no entiende?, no quiero una bebida quiero que me cure.
Entonces, por primera vez en todo este tiempo, el tomo una actitud seria y sin dejarme de ver a los ojos dijo.

-La única forma de que se cure es relajándose, no se tome todo tan a pecho, disfrute su tiempo libre, hoy es domingo descanse, es más, ni siquiera se preocupe por mis honorarios, me paga el lunes.

Este doctor de quinta me quiere tomar el pelo, por supuesto que me enfurecí y salí gritándole su falta de ética y profesionalismo.

Ahora estoy como al principio y con la seguridad de que mañana será domingo otra vez.

Camino sin rumbo y con la cabeza llena de preocupaciones, sin saber como llegue a un parque, fue entonces que ocurrió, tome el teléfono móvil y llamé a mi esposa, le dije que trajera al niño, y que llegará lo más pronto posible.

Mientras la esperaba podía vera los niños jugar, a los padres felices, inclusive había un grupo de monjas que cantaban y platicaban por ahí.

En cuanto mi esposa llego me miro con extrañeza y me pregunto si todo estaba bien, sólo había decidido tener un pequeño día de campo con mi familia.

Fue así que comimos en el piso cualquier cosa que compramos, montamos a caballo, llevamos a mi hijo a que se subiera en cuanto juego se atravesó a su paso, comimos helados y algodones de azúcar, vimos el atardecer platicamos con otras familias y tuvimos una tarde maravillosa.

Al caer de la noche llegamos a casa dejé a mi hijo en su cama hasta que se durmió en mis brazos.

Antes de dormir besé a mi esposa en los labios, estaba dispuesto a disfrutar cada domingo de mi vida aunque fuera siempre, y en verdad lo quería, que fuera siempre así.

Las cosas volvieron a cambiar al día siguiente, el despertador repiqueteaba al otro la cama, me costo trabajo encontrarlo sin dejar de abrazar a esa mujer que dormía a mi lado y por la que sentía tanto amor.

-¿Tienes que trabajar?, pregunto ella.

-Pues es domingo ¿o no?
- no hombre es lunes y tienes que trabajar anda.

En efecto las noticias el diario, el tránsito todo anunciaba que era lunes otra vez, me sentí aliviado y feliz, trabaje con ánimo y si preocupaciones.

En mi teléfono me esperaba una recado del doctor, anunciando que estaba curado de mi eterna preocupación, Bienvenido a la vida.

Ahora no puedo esperar que sea domingo otra vez.

No hay comentarios.: