martes, 9 de septiembre de 2008

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UNA PALOMILLA NEGRA, mariposa colosal, se posó en la ventana del baño. Nada que hacer para moverla. Decidí dejarla habitar ese cuarto, porque cubría las manchas de humedad. Tal vez como una señal, pero sus alas parecían un negro augurio. Primero encontré mis cosas de la oficina en una caja con mi nombre, recorte de personal. Regresé a casa, al mirarme al espejo ahí estaba ella. El segundo día la noticia llegó de la mano de mi novia, en mi cama con un extraño, aquella bestia permanecía. No esperé otra señal, tome una escoba y empecé a acribillarla, revoloteo sobre mi con un estruendo increíble, corrí a abrirle la venta mientras seguía dándole estocadas, tras muchos intentos logré que saliera, pero los golpes surtieron su efecto y no pudo remontar el vuelo. Eso sería todo, hasta que en mi pecho un dolor intenso me tiró al suelo para dejarme ahí.

2 comentarios:

:::L^Z::: dijo...

Nooooooo!!!

El mismísimo Ginés que regresa cual Fénix de entre laz cenizas de su cupleaños!!!

Alejandro Uranga dijo...

Buenísimo relato!