viernes, 12 de septiembre de 2008

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LA TARDE ERA MÁS BIEN FRÍA ese día, pero aún así decidió salir a dar un paseo, estirar las piernas y contemplar el paisaje, había algo de triste en el paisaje. Preparase para salir le proporciona una terrible fiaca, pero ya estaba decidido, tenía días sin salir de casa. La luz fue lo primero que le impacto al abrir la puerta, luego recordó las calles tan vacías como siempre, pero nada lo podía preparar para la sorpresa que estaba a punto de ver; pequeña, pequeñísima, de un brillante color amarillo, ahí estaba ella solitaria. Se quitó la mascarilla para verla mejor, para tocarla, sentirla en su piel, pero sobretodo para poder olerla, la mascarilla quedo en el suelo y entre sus manos esa pequeña flor. Era una lástima que no hubiera nadie en todo el mundo a quien poder enseñarle las pequeñas formas en las que la esperanza se presenta.

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